sábado, 3 de marzo de 2012

De migajas no se vive, se muere lentamente

De migajas no se vive, se muere lentamente
Por: Jorge Luis Paucar Albino

Cada vez que exportamos alimentos al mundo, estamos desabasteciendo al mercado interno. Los alimentos ya no son para los peruanos. Quienes trabajan en la agro-exportación no consumen ni lo que producen. Damos de comer a bocas extranjeras.



Antes, cada región tenía su producto estrella. Ahora, los pobladores locales ven salir ante sus narices los alimentos que son vendidos a un mejor comprador, a uno que pague más; porque, para la mayoría de economistas, no importan las regiones hambrientas, ni la anemia que azota a cerca de la mitad de los niños pobres. En el 2011, las exportaciones de alimentos peruanos alcanzó la cifra de 5 mil millones 560 mil dólares.[1] Eso puede causar celebraciones de los sectores oficiales del Perú y de muchos medios de comunicación que se sienten más que satisfechos con este modelo de desarrollo. Pero eso no siente el 60% de niños pobres de nuestro país.[2] Mientras muchos cuentan las ganancias obtenidas por las exportaciones de nuestros alimentos, el 27% de nuestros niños menores de 5 años sufren de desnutrición crónica, el 35% de los niños entre 10 y 14 años que viven en áreas rurales sufren de anemia, y los mayores entre 15 y 19 los superan al alcanzar el 39%.[3] Y con total descaro, Promperú dice “nos vamos donde paguen más”[4], eso tendrían que decirle a los niños desnutridos y hambrientos de nuestro país. Explíquenle que el dinero manda y que los seres humanos son unos números más en las lamentables cifras de las estadísticas. La realidad a veces golpea duro y en este caso se trata del golpe en el estómago que reciben diariamente millones de niños.