miércoles, 1 de febrero de 2012

El desarrollo que se ha impuesto en América Latina

El “desarrollo” QUE SE HA IMPUESTO EN AMÉRICA LATINA
Jorge Luis Paucar Albino

«La época de la libre concurrencia en la economía capitalista, ha terminado en todos los campos y en todos los aspectos. Estamos en la época de los monopolios, vale decir de los imperios. Los países latinoamericanos llegan con retardo a la competencia capitalista. Los primeros puestos están ya definitivamente asignados. El destino de estos países dentro del orden capitalista es de simples colonias.»
                      José Carlos Mariátegui

En la última década, mientras muchos han venido celebrando el “crecimiento” o “desarrollo” económico del Perú, pueblos enteros se han movilizado cuestionando el modelo o reclamando ser partícipes de los proyectos, las protestas sociales van adquiriendo cada vez más fuerza, la calidad de la educación pública y los servicios de salud sigue sin mejorar y la pobreza sigue afectando a millones de peruanos, y a miles de millones en el mundo. En este sentido, es conocido que nosotros, así como otros pueblos de Latinoamérica y África, hemos sido considerados como un país “sub-desarrollado”. Esta idea ha calado hondo en el pensamiento colectivo nacional. Sin embargo, debemos decir que este concepto es una “verdad” construida. Ante ello, debemos preguntarnos: ¿A qué se refieren las esferas oficiales del mundo cuando hablan de “desarrollo”? ¿Dónde, cómo y por qué se usó el concepto de desarrollo? ¿Por qué se nos llama “país subdesarrollado”?


El concepto de desarrollo es utilizado por las clases dominantes para referirse al modelo económico capitalista proveniente de Occidente. El origen de “desarrollo” lo encontramos en Norteamérica. En 1949, en su discurso de toma de la presidencia de Estados Unidos, Harry Truman anunció un plan para "salvar" a las naciones “subdesarrolladas”:


«Más de la mitad de la población del mundo vive en condiciones cercanas a la miseria. Su alimentación es inadecuada, es víctima de la enfermedad. Su vida económica es primitiva y está estancada. Su pobreza constituye un obstáculo y una amenaza tanto para ellos como para las áreas más prosperas. (…) Creo que deberíamos poner a disposición de los amantes de la paz los beneficios de nuestro acervo de conocimiento técnico para ayudarlos a lograr sus aspiraciones de una vida mejor…El que tenemos en mente es un programa de desarrollo basado en los conceptos del trato justo y democrático (…) Producir más es la clave para la paz y la prosperidad. Y la clave para producir más es una aplicación mayor y vigorosa del conocimiento técnico y científico moderno. (Truman, 1949)


Fue en ese momento en el que surgió esa idea del “sub-desarrollo”. Para los norteamericanos capitalistas-imperialistas “desarrollo” era el estado en el cual ellos se encontraban y “sub-desarrollo” la situación de las demás naciones pobres en el mundo. En este caso, es Occidente junto al capitalismo los modelos a seguir, los “superiores”, los de un nivel más “avanzado” mientras que nosotros somos, para ellos, los “inferiores” y los “atrasados” que debemos seguirlos.
Respecto al capitalismo en la actualidad, el filósofo peruano Víctor Barreda[1], basándose en Marx, nos dice lo siguiente: «es un sistema explotador, racista, expansionista, violento, agresivo (…) un sistema totalmente injusto y cruel, inhumano y profundamente inmoral.» (2011: 82) Además, considerando que los norteamericanos son los grandes impulsores del capitalismo y del imperialismo, y que fueron ellos los creadores de la idea de “desarrollo”, es fácil sospechar que lo que en realidad deseaban con su plan era perpetuar la dominación sobre las demás naciones. Al respecto, varios expertos congregados por las Naciones Unidas en 1951 manifestaron lo siguiente:

«Hay un sentido en el que el progreso económico acelerado es imposible sin ajustes dolorosos. Las filosofías ancestrales deben ser erradicadas; las viejas instituciones sociales tienen que desintegrarse; los lazos de casta, credo y raza deben romperse; y grandes masas de personas incapaces de seguir el ritmo de progreso deberán ver frustradas sus expectativas de una vida cómoda. Muy pocas comunidades están dispuestas a pagar el precio del progreso económico.»

Esto debería haber sido una advertencia para los impulsadores del “desarrollo” como supuesto mecanismo de salvación en el mundo. Sin embargo, al parecer poco o nada les importaron las consecuencias del “desarrollo” o “progreso económico” que iban a difundir a través de campañas mediáticas que mostraban al capitalismo y al “desarrollo económico” como las mejores formas de salir de la pobreza y de alcanzar una calidad de vida digna. De lo contrario, el modelo se iba a imponer mediante la fuerza, la guerra o las presiones políticas a los gobernantes de cada país ubicándolos “entre la espada y la pared” para que terminen por adoptar el tan mentado modelo económico supuestamente ideal y efectivo. De esta manera, la idea de “desarrollo” considera a las naciones, comunidades y demás grupos humanos dentro de un orden jerárquico, es una especie de “evolucionismo” que lo único que pretende es mantener el orden establecido basado en la dominación. Es una manera de justificar la explotación del hombre por el hombre, debido a la supuesta existencia de “superiores” a quienes, dicen ellos, se les debe obediencia y sumisión. Además, las características particulares de América Latina, como su diversidad cultural, hacen de este continente muy diferente de Occidente, y la ubica en una posición no privilegiada en el sistema-mundo capitalista, por lo cual resulta incoherente aplicar en estas naciones un modelo basado en ideas provenientes del extranjero y de realidades diferentes a las nuestras.

Por otro lado, cuando se dice que el Perú es un país en vías de “desarrollo”, lo que se quiere decir es que no tenemos la misma riqueza que el imperio yanqui o que países europeos. Es decir, hay una idea de inferioridad y superioridad detrás del término “desarrollo”. Ante todo esto, alguien se preguntará: si el desarrollo se basa en las riquezas, y nosotros somos un país rico en recursos naturales ¿Por qué no somos un país “desarrollado”? La respuesta puede parecer muy simple pero detrás de ella se encuentran problemas complejos y de larga data.


En primer lugar, lo que sucede es que, si bien somos un país rico en recursos naturales, resulta que nuestras riquezas son explotadas por empresas transnacionales, o en su defecto por empresas nacionales aliadas de extranjeras, las cuales acumulan la mayor parte de las ganancias obtenidas de las actividades extractivas como la minería, el petróleo, la tala de bosques, etc. Este modelo se mantiene imperante en el mundo, aunque ahora con otras variantes, pero bajo las mismas intenciones dominantes de antaño. Ahora, se le llama neoliberalismo, el cual se basa en el libre mercado capitalista, en las privatizaciones y en la mínima intervención del Estado en la economía; de esta manera, como dice Noam Chomsky[2]: «se permite que un número relativamente pequeño de intereses privados controle todo lo posible la vida social con objeto de maximizar sus beneficios particulares.» Con ello, este sistema, de manera inevitable, trae consigo consecuencias negativas para la sociedad y el medio ambiente como una creciente desigualdad, la exclusión de un gran sector de la ciudadanía, graves daños ambientales producto de la explotación desmedida de los recursos naturales,etc. En el Perú, «la propuesta de menos Estado por parte del neoliberalismo y su modelo excluyente impide la integración del país y perpetua el carácter inacabado de la nación.» (Jiménez 2010: 12)[3]. La mayoría de los beneficiarios de este modelo neoliberal son empresas transnacionales las cuales no solo concentran el poder económico en el país, sino que también adquieren poder político para influir en las decisiones gubernamentales obstaculizando un desarrollo autónomo basado en la inclusión social.

En segundo lugar, si consideramos que el “desarrollo” del cual hablan los economistas se basa en el modelo capitalista basado en las industrias, mientras que nosotros, por el contrario, somos un país que basa su economía en las actividades primarias que solo extraen los recursos naturales y los exportan, podemos decir que el camino hacia ese “desarrollo” al cual muchos aspiran está condenado al fracaso, al menos mientras nuestras riquezas sigan siendo explotadas por empresas extranjeras y sigamos dependiendo de la caridad de las transnacionales quienes sienten que nos están haciendo un “favor” al pagar impuestos, y se resisten a consultar a las poblaciones para emprender sus proyectos y, aprovechando su poder, manipulan los Estudios de Impacto Ambiental para que siempre resulten favorables a sus intereses. Como solución a todos estos problemas, se postula «recuperar nuestros recursos naturales como el agua y la tierra, los bosques y la biodiversidad, el gas y los minerales para que contribuyan a la eliminación de la pobreza y desigualdad que afectan a millones de peruanos.» (Jiménez 2010: 8).


En conclusión, esa idea de “desarrollo” de la cual muchos nos hablan a diario, especialmente en los medios de comunicación, no es más que una creación de los norteamericanos para fundamentar su supuesta “superioridad” y hacer creer a los demás pueblos pobres del mundo que son “primitivos” y “atrasados”, y que, por ello, deben imitar al “modelo” el cual supuestamente es efectivo y los va a sacar de la pobreza, afirmación que, ahora, luego de más de medio siglo, podemos decir que estaba al menos equivocada, ya que:

«(…) en vez del reino de abundancia prometido por teóricos y políticos de los años cincuenta, el discurso y la estrategia del desarrollo produjeron lo contrario: miseria y subdesarrollo masivo, explotación y opresión sin nombre. La crisis de la deuda, la hambruna (saheliana), la creciente pobreza, desnutrición y violencia son apenas los síntomas más patéticos del fracaso de cincuenta años de desarrollo.» (Escobar 2010: 36-37)[4]

En este sentido, considerando el fracaso del proyecto desarrollista y las intenciones expansionistas de los grandes mercaderes, podemos decir que fácilmente esto ni siquiera era un error, porque lo que estaba calculado era eso: el aumento de las ganancias económicas percibidas por las grandes corporaciones,  enriquecer más a los ricos a pesar de empobrecer más a los pobres, mejorar las condiciones de los dueños de las empresas mientras se disminuían las condiciones laborales de las trabajadores. En fin, esa es la ley del mercado: abaratar costos para aumentar las ganancias. Estamos, entonces, ante una economía sin ética, ya que para ellos el fin justifica los medios, no importan las formas con tal de conseguir dinero.

Además, quizás lo peor de todo, es que esta idea de “desarrollo” ha calado hondo en el pensamiento colectivo. De esta manera, han provocado que muchos de nosotros sientan un complejo de inferioridad, surjan síndromes “aspiracionales” de desear ser algo que no se es en realidad, mirar desde abajo a los extranjeros cuando deberíamos mirarlos de igual a igual, de manera horizontal. De igual manera, esto ha servido para que se sigan los modelos económicos impuestos por el imperialismo, para que se beneficien los intereses particulares de extranjeros. Así que, de una u otra forma, quizás sin saberlo, muchos de nosotros hemos sido cómplices de la dominación, ya que muchos han apoyado las iniciativas de políticos y economistas que prometen “mantener el equilibrio económico” que no es otra cosa que decir: “seguiremos el modelo económico que se nos ha impuesto, obedeceremos al imperio yanqui, al Fondo Monetario Internacional, seremos obedientes a las grandes corporaciones". ¿Y el pueblo? ¿No que ellos deben gobernar para las naciones y no para las transnacionales? Bueno, para que esta traición permanente sea posible los encargados de ejercer presión sobre los gobernantes son la derecha de cada país, sus medios de comunicación, sus periodistas y sus políticos. Respecto a la manipulación mediática, Héctor Béjar nos dice: «asegurada estructuralmente la dominación económica, mediante el complejo militar burocrático, la dominación mediática solo sirve para afianzar la otra dominación recordando a los consumidores la manera correcta de pensar y actuar.» (2008: 14)[5] Y para la derecha mundial, para los aliados de las grandes corporaciones, para los amigos de los ricos, pensar de la manera "correcta" es, en resumidas cuentas, consumir y consumir desmedidamente, comprar para que ellos ganen, estar pendientes de ver la televisión para no darnos cuenta de lo que hacen, leer solo lo que ellos quieren para que no podamos adoptar posiciones políticas "peligrosas" a causa de un mayor conocimiento de la realidad nacional y mundial.

Podemos decir, entonces, que son las clases dominantes del país lideradas por empresarios mineros y banqueros los que detentan el poder, no lo pierden ni lo negocian cada 5 años en elecciones, sino que lo mantienen y pretenden perpetuarlo a través de estas “verdades” construidas como la del “desarrollo” que no resulta ser más que una de las tantas mentiras y patrañas que nos vende el sistema hegemónico en el mundo para mantener la dominación sobre naciones enteras que parecen estar condenadas a la miseria. Nosotros, en lugar de preocuparnos más en la economía que, al fin y al cabo, se encuentra en manos de las grandes transnacionales, deberíamos preocuparnos para que las actividades económicas en nuestro país sean más amables con el medio ambiente, más respetuosas con los trabajadores y con las comunidades indígenas, debemos aspirar a ser un país donde se priorice la educación y la salud que son elementos básicos para la vida del ser humano.

Por último, podemos hacernos esta pregunta que Víctor Barreda nos invita a cuestionar: «¿Cómo puede hablarse de democracia en un mundo en el que frente a 358 multimillonarios existen más de 500 millones de pobres?». Hay que recordar todo esto, hay que tomar en cuenta que desde la colonia hasta la actualidad existen en nuestra sociedad patrones de conducta dominantes que, poco a poco, deben ser vencidos a través de la denuncia. Es deber de nosotros como peruanos conversar, difundir y discutir acerca de estos temas para que, en algún momento, este modelo económico que se nos ha impuesto caiga y elijamos nosotros mismos nuestra propia estrategia para una mejor calidad de vida de todos los peruanos. Tal y como diría Mariátegui deberá ser creación pura y heroica.

[1] La obra de Víctor Armando Barreda respecto a este tema es Intervenciones del imperialismo norteamericano en los siglos XX y XXI (2011).
[2] Noam Chomsky es lingüista, filósofo y analista político estadounidense autor de importantes obras acerca de la expansión imperialista y de los crímenes cometidos para mantener el poder como: El nuevo orden mundial (y el viejo) (1993), Año 501, la conquista continúa, Injusticia infinita. La nueva guerra contra el terror (2001) y El imperio de la guerra permanente (2007).
[3] Félix Jiménez fue el coordinador del Plan de Gobierno de la alianza Gana Perú entre el Partido Nacionalista Peruano (PNP), el colectivo de intelectuales Ciudadanos por el Cambio y diversos grupos de izquierda, llamado La Gran Transformación (2010). El documento se encuentra disponible en la web del PNP. (http://www.partidonacionalistaperuano.net/images/archivos/PlandeGobierno_GanaPeru_2011-2016.pdf).
[4] Arturo Escobar es antropólogo colombiano, profesor en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, EEUU. La obra citada es Una minga para el postdesarrollo: lugar, medio ambiente y movimientos sociales en las transformaciones globales (2010) y es parte de las publicaciones del Programa Democracia y Transformación Global y del Fondo Editorial de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
[5] La cita pertenece a parte de la conferencia que dio Héctor Béjar acerca del poder de los medios de comunicación titulada “Poder mediático y manipulación ideológica”. El conjunto de conferencias de varios autores, entre los cuales aparecen periodistas reconocidos como César Hildebrandt (Hildebrandt en sus trece) y César Lévano (La Primera), así como el periodista e historiador Juan Gargurevich (Decano de la Escuela de Periodismo de la Pontificia Universidad Católica del Perú y columnista en el diario La Primera) se encuentran reunidas en el libro Poder Mediático (2008) Centro Cultural de San Marcos.

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